Lisboa, la joya que no pierde brillo

El boom turístico no ha llegado a la capital de Portugal, o mejor dicho: aún no le pasa factura. Una gran ciudad, un magnífico destino, que todavía puede disfrutarse a ritmo pausado, sin congestionamientos y vivales de los tours.
 

Juan Levid Lázaro

Tal vez hablar de lo maravilloso de Lisboa juegue en contra de conservar su encanto. Aunque el turismo es uno de los motores de su economía –en Portugal ese sector crece alrededor de un 15% anual, y su capital es uno de los principales referentes-, no ha sido tan importante como los desarrollos inmobiliarios en fechas recientes. Y si esta ciudad alberga un mayor número de visitantes, seguramente los productos y servicios, o la propia atención, tengan que dividirse entre muchos más y, por ende, la cosa ya no sea tan encantadora. Una paradoja.

Pero esta ciudad tan propicia para la nostalgia y la vida bohemia, de tonos grises en su ambiente y paisajes urbanos de principios del siglo pasado, ofrece una gran experiencia por sí sola. Baixa-Chiado es una zona céntrica y un buen punto de partida para disfrutar y conocer los atractivos de la ciudad: allí está el café A Brasileira, con la famosa estatua del escritor Fernando Pessoa, de quien dicen era habitual de la zona, y uno se imagina que por allí se inspiró para buena parte de su obra; a unos pasos también se encuentra la Livraria Bertrand, que se presenta como la másantigua del mundo; y unas cuadras arriba se llega al Elevador de Santa Justa, en donde puede admirarse la ciudad desde las alturas.

Allá arriba queda claro el trazo de la ciudad, que sin duda es un modelo de las distribuciones que deben conservar las ciudades modernas, sobre todo las que están cerca del mar, y tienen probabilidades de sufrir un tsunami. Una distribución como la de Lisboa, dicen algunos urbanistas, puede salvar muchas vidas y facilitar la reconstrucción de los daños.

Cerca de estas calles transita “el elétrico”, el tranvía que data de la década de los treinta del siglo pasado y que aún circula, más como atractivo turístico que como medio de transporte de uso común de los lisboetas, pero que sus 40 o 50 plazas siempre se ven a tope cuando comienza la ruta para realizar los distintos circuitos por la ciudad.

"Ya muchos se refieren
a esta metrópoli
como la joya europea"

De la variedad de bares y restaurantes puede presumirse que hay buenos cortes pero, sin duda, la cocina de mar resulta imprescindible: unas buenas sardinas, papas fritas y cerveza harán las delicias de los comensales en casi cualquier sitio donde se ofrezcan. Sin olvidar un buen vino verde, muy portugués, y que resulta excelente acompañante previo o después de los alimentos.

A unos 30 o 40 minutos en tren se encuentra Belén y Sintra, respectivamente. Dos sitios que hay que visitar para conocer paisajes arquitectónicos o naturales que completan un itinerario obligado si se visita Lisboa.

Ciudad, playa, bosque, arte y cultura todo en una ciudad de gente amable, cálida y educada. Ya muchos se refieren a esta metrópoli como la joya europea. Están en lo correcto. Es incomprensible porque no tiene mejor prensa y mayor fama. Al final se agradece, porque sigue tranquila, apacible y encantadora.